EL CONSENTIMIENTO: LA ÚLTIMA TRINCHERA DE UN ALZADO
A aquellos cristianos que estaban a punto de saltar a la arena del "circo romano", les daban la última oportunidad de renunciar a sus ideales y así poder salvar sus vidas. El emperador romano se creía con todo el poder sobre ellos, pero aún así ansiaba el escalón definitivo; desposeerlos de la última trinchera de su libertad, arrebatarles también el consentimiento sobre lo que podían pensar o no. Una madre Palestina, angustiada por los bombardeos que han derribado ya las casas de todos sus vecinos de alrededor, decía hace horas con una pasmosa calma interior: "Si salimos vivos de esto, no dudaremos en traer aún más niños al niño, porque, si no lo hiciéramos así, sería como rendirnos, dar nuestro consentimiento a la muerte que nos trae el invasor". Consentir pues, sería el dar por pérdida la única batalla que el adversario no puede ganarte, porque trasciende del cuerpo y la mente, es tu arma interior, aquella que no se ve, pero que representa un halo de dignidad infinita irreductible.
EDITORIAL06 de diciembre de 2023Semanario LA RAÍZ