COALICIÓN CANARIA:OTRO CONGRESO VACÍO PARA UN PARTIDO QUE SÓLO ES UNA RED DE NEGOCIO

Fernando Clavijo es la más genuina expresión de su organización: un líder gris para un partido sin pasión.

CANARIAS06 de abril de 2025Semanario LA RAÍZSemanario LA RAÍZ
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Este fin de semana Coalición Canaria ha celebrado su Congreso Nacional, una cita que en teoría debería servir para redefinir estrategias, actualizar su ideario político y fortalecer su supuesta vocación nacionalista. Pero como viene siendo habitual, el evento ha sido poco más que una representación teatral de falsa identidad, una escenografía diseñada para mantener en pie una maquinaria electoral cuyo único propósito es seguir gobernando Canarias, sin más horizonte que el reparto clientelar del poder y la negociación perpetua de prebendas con Madrid y Bruselas.

Coalición Canaria, que se autoproclama formación nacionalista, no ha sido otra cosa desde hace décadas que un partido regionalista de centro-derecha, profundamente acomodado en el papel de gestor dócil del colonialismo económico en las islas. Hablan de “Canarias” como si tuvieran un proyecto emancipador, pero su hoja de ruta siempre ha sido la misma: mantenerse en el poder, gestionar fondos europeos, negociar partidas presupuestarias con los gobiernos de turno en Madrid –sean del PSOE o del PP– y alimentar una red clientelar que asegura fidelidades en ayuntamientos, cabildos y empresas afines.

Coalición Canaria no ha sido, no es ni será nunca un PNV. Menos aún un Junts. No aspira a que Canarias tenga capacidad real de decisión, ni a un autogobierno efectivo. Su dependentismo no es sólo político y económico, es también mental. No se puede ser nacionalista canario y a la vez entusiasta militante de la Unidad de España forever. No se puede hablar de nación mientras se actúa como delegación provincial, celebrando cada migaja presupuestaria como si fuera un acto de soberanía. CC no defiende un país, defiende un chiringuito con palmeras.

Más aún: CC funciona como la perfecta sordina que, desde el poder, impide que otro nacionalismo más consecuente –que, dicho sea de paso, tampoco es Nueva Canarias– exprese y canalice con claridad el sentimiento anticolonialista que persiste en un segmento cada vez más amplio de la sociedad canaria. Por esa razón, porque son el mejor medianero para los intereses de la metrópoli, PP y PSOE han prestado históricamente sus votos –ya fuera por acción o por omisión– para facilitar que Coalición Canaria gobierne ininterrumpidamente. Para Madrid, y también para Bruselas, CC es el interlocutor ideal: sumiso, predecible y disciplinado.

Su nacionalismo es un decorado, una herramienta de marketing electoral con la que presentarse como “los defensores de Canarias” mientras bloquean cualquier posibilidad de avance real hacia una soberanía económica, energética o institucional. Su verdadera ideología no es el nacionalismo, sino el oportunismo. Lo demostraron durante décadas en el poder, aliándose con gobiernos de signo contrario en Madrid, vendiendo su apoyo a cambio de infraestructuras, subvenciones o competencias que luego gestionan en favor de sus redes de poder local. Lo siguen demostrando ahora, en la oposición o en el gobierno, con el mismo objetivo: controlar el aparato institucional sin poner nunca en peligro el sistema que los beneficia.

El Congreso Nacional de Coalición Canaria no ha sido más que un acto de reafirmación de su supervivencia política. Ni una sola propuesta real de transformación estructural del modelo económico canario. Ni una autocrítica sobre su papel en la dependencia estructural de las islas. Ni una reflexión honesta sobre el futuro del Archipiélago en un contexto de crisis climática, colapso turístico y empobrecimiento social.

Coalición Canaria quiere seguir gobernando Canarias como si fueran sus administradores de finca. Recaudar fondos, repartir contratos, mantener cargos. Si el precio es ceder ante Madrid, aceptarlo todo de Europa, externalizar la soberanía, explotar el territorio y callar ante la injusticia, no hay problema. Lo importante es que la red no se rompa.

Lo llaman nacionalismo, pero es puro negocio político.

 

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