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Secundino Delgado en el Siglo XXI: La Respuesta del Padre del Nacionalismo Canario a los Retos Actuales

En el 157 aniversario de su nacimiento, Secundino sigue vivo y sus inquietudes latentes.

CANARIASAyer Armando Rodríguez
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Secundino Delgado Rodríguez, el hombre que plantó las primeras semillas del nacionalismo canario a finales del siglo XIX, parece haber sido un visionario que supo ver, desde su tiempo, los dilemas que siguen aquejando al archipiélago canario. Si hoy este arafero, exiliado, periodista y revolucionario viviera en las Canarias del siglo XXI, estoy seguro de que su postura, lejos de ser la de un hombre que descansaría tras haber cumplido su misión histórica, sería la de un luchador implacable ante las nuevas injusticias y los desafíos contemporáneos.

Al observar el presente, Secundino seguramente vería en las Canarias una región que, aunque más integrada al mundo globalizado, sigue siendo víctima de los mismos males que él denunció hace más de un siglo: la explotación económica, el centralismo que asfixia su autonomía y la continua dependencia de intereses externos. ¿Cómo reaccionaría este rebelde canario? ¿Qué postura adoptaría frente a las problemáticas actuales?

La explotación económica y la dependencia exterior

Delgado, que en su tiempo alzó la voz contra la explotación de los recursos canarios en beneficio de la metrópoli, vería con indignación la situación actual. Hoy, aunque España no se proyecta ya como un imperio colonial, las Islas Canarias siguen atrapadas en una economía que depende en gran medida de factores externos: el turismo de masas, la importación de bienes de consumo, y la creciente influencia de multinacionales que controlan sectores clave de la economía isleña.

Secundino, con su convicción en la necesidad de que el pueblo canario controle sus propios recursos, abogaría por un modelo económico que pusiera en primer lugar las necesidades de los canarios. Sería un defensor acérrimo de la autosuficiencia y la diversificación económica, probablemente impulsando la agricultura ecológica, las energías renovables, y el desarrollo tecnológico local, con el objetivo de reducir la dependencia del turismo. También denunciaría la precariedad laboral que afecta a tantos canarios, especialmente en sectores como el turismo y la agricultura.

El centralismo y la autonomía

El centralismo fue uno de los grandes enemigos de Secundino Delgado, quien luchaba por una Canarias libre de la tutela del gobierno español. Aunque las islas gozan hoy de un estatuto autonómico, es probable que Secundino lo considerara insuficiente, una concesión limitada que no satisface las aspiraciones de soberanía real que él defendía.

El debilitamiento de las competencias autonómicas frente a la creciente centralización del Estado español en las últimas décadas sería, sin duda, motivo de gran preocupación para él. En tiempos recientes, la lucha por más autonomía fiscal, la defensa del REF (Régimen Económico y Fiscal) y las disputas sobre el control de los recursos naturales (como las aguas territoriales y los proyectos petrolíferos) son puntos que Secundino vería como una continuación de la misma batalla que él inició. Seguramente, hoy levantaría su voz para reclamar una mayor soberanía para el archipiélago, y no se limitaría a las reformas autonómicas: lucharía por un verdadero autogobierno.

La cuestión migratoria y el sentimiento de pertenencia

Uno de los desafíos contemporáneos más delicados es el fenómeno migratorio. En el siglo XXI, Canarias se ha convertido en una puerta de entrada para miles de migrantes africanos que huyen de la miseria y la guerra, lo que ha provocado tensiones sociales y políticas en las islas. A primera vista, podría parecer que un nacionalista como Secundino sería reacio a este fenómeno, pero su vida y su ideología nos dan otra perspectiva.

Secundino Delgado fue un exiliado, alguien que conoció de primera mano la dureza de la emigración. Vivió en Venezuela, Cuba y Estados Unidos, compartiendo la diáspora con miles de canarios que, como él, buscaron en otros territorios lo que su tierra no les ofrecía. Por tanto, Delgado comprendería el drama humano de la migración y, lejos de rechazarlo, probablemente abogaría por una política de acogida digna, en la que Canarias ofreciera refugio a aquellos que huyen de la opresión, del hambre y de la guerra, pero exigiendo también que los gobiernos central y europeo asuman su responsabilidad en esta crisis, sin dejar que las islas soporten solas este peso.

La identidad canaria en el siglo XXI

Delgado, el hombre que promovió "El Guanche" como voz de la identidad canaria, se sentiría orgulloso de los avances en el reconocimiento y la defensa de la cultura e identidad isleñas. Sin embargo, no se conformaría con ello. En un mundo cada vez más globalizado, lucharía por que las nuevas generaciones de canarios no olvidaran sus raíces, por que el idioma, la música, la gastronomía y las tradiciones canarias no se diluyeran en la marea de la homogenización cultural.

En este sentido, probablemente sería un defensor del guanche como símbolo de resistencia, y fomentaría un renacimiento de las lenguas aborígenes, del estudio de la historia canaria desde una perspectiva propia, y de una educación que inculcara el orgullo de ser isleño sin caer en el aislacionismo. Secundino vería en la cultura canaria un faro de resistencia ante las presiones globalizadoras, y lucharía por preservarla y fortalecerla.

Un idealista adaptado a los tiempos modernos

En resumen, Secundino Delgado no sería, hoy en día, una figura anacrónica. Más bien, su postura evolucionaría para adaptarse a los problemas actuales de las Islas Canarias, pero manteniendo la esencia de su lucha por la justicia, la soberanía y el bienestar de los canarios. Sería una voz crítica frente a las nuevas formas de explotación y dependencia, un defensor de los derechos sociales y laborales de los isleños, un promotor de la solidaridad entre los pueblos, y, por encima de todo, un firme creyente en que Canarias debe decidir su propio destino.

El legado de Secundino no ha perdido vigencia, y quizás su mayor enseñanza sea que la lucha por la libertad, en todas sus formas, nunca está acabada. Cada generación tiene su propia batalla, y si él estuviera entre nosotros, sin duda seguiría en primera línea, con su pluma y su voz, defendiendo el futuro de su tierra.

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