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El Colonialismo HOY: Héctor Dupuy nos revela cómo persiste la dominación colonial en el siglo XXI

Esta entrevista ofrece una mirada profunda a las formas contemporáneas de colonialismo y cómo estas afectan tanto a territorios lejanos como a realidades más cercanas. La obra de Héctor Dupuy es un llamado a cuestionar las desigualdades del mundo actual y a imaginar un futuro donde la soberanía y la justicia prevalezcan.

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El colonialismo no es solo un capítulo cerrado de la historia, sino una realidad adaptada al mundo contemporáneo. Eso es lo que afirma Héctor Dupuy en su libro Colonialismo hoy: ¿últimos restos del siglo XX o formas actualizadas de la dependencia?. Este ensayo explora cómo las dinámicas de poder colonial se han transformado, alejándose de la ocupación militar directa para asumir formas más sutiles, como el control económico, cultural y geopolítico. Dupuy, investigador del Centro de Investigaciones Geográficas de la Universidad Nacional de La Plata y experto en geopolítica y sistemas-mundo, analiza con profundidad los mecanismos que perpetúan la dependencia y desigualdad entre las metrópolis y las periferias globales.

Su obra pone bajo la lupa territorios como Guam, las Islas Malvinas y Nueva Caledonia, revelando cómo las potencias dominantes han adaptado su influencia para mantener el acceso a recursos estratégicos, el control de rutas comerciales y la protección de sus intereses financieros y militares. En esta entrevista, Dupuy nos invita a reflexionar sobre estas realidades y nos plantea preguntas incómodas sobre el papel de los territorios como Canarias en el orden global actual.

Entrevista

1. Su libro propone que el colonialismo sigue vigente. ¿Cómo lo define y qué ejemplos destacaría para ilustrarlo?

El colonialismo actual no se ejerce con soldados ni banderas en territorios lejanos, como ocurrió en siglos pasados. En su lugar, opera a través de estructuras económicas, políticas y culturales que perpetúan la dependencia de ciertos territorios respecto a las potencias globales. Este "colonialismo sin cadenas" se manifiesta en el control de recursos, la subordinación económica y la explotación de ventajas estratégicas.

Un ejemplo es Nueva Caledonia, donde Francia controla vastas reservas de níquel, esenciales para industrias tecnológicas. Aunque se han celebrado referéndums de independencia, las decisiones están profundamente influenciadas por la presencia de colonos y la dependencia económica de las instituciones metropolitanas. Otro caso es el Sahara Occidental, donde Marruecos explota recursos naturales con el apoyo tácito de grandes potencias, ignorando el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación.

En estas dinámicas vemos cómo las potencias justifican su influencia a través de argumentos económicos y estratégicos, mientras las poblaciones locales ven limitadas sus posibilidades de desarrollo soberano.

2. En su análisis, usted utiliza conceptos como los sistemas-mundo de Wallerstein. ¿Cómo nos ayudan estas teorías a entender el colonialismo contemporáneo?

La teoría de los sistemas-mundo de Wallerstein nos muestra que el colonialismo moderno no es un fenómeno aislado, sino parte de una estructura global. Este sistema divide el mundo en un núcleo, que concentra el poder económico y político, y una periferia, que suministra recursos y mano de obra barata. Aunque muchos territorios han logrado formalmente la independencia, siguen atrapados en esta dinámica.

Un caso emblemático es el de los territorios insulares dependientes, como Guam o las Islas Malvinas, que son piezas clave para las economías y estrategias militares de sus metrópolis. Estos territorios se ajustan al patrón histórico de la explotación periférica: recursos extraídos, mercados limitados y poca inversión en el desarrollo local. El colonialismo se ha adaptado a la globalización, pero su esencia sigue intacta.

3. ¿Cuál es el papel de los recursos naturales en la perpetuación de estas dinámicas coloniales?

Los recursos naturales son el corazón del colonialismo contemporáneo. Territorios como Groenlandia, con su riqueza en rubíes, petróleo y agua dulce, o Nueva Caledonia, rica en níquel, son estratégicamente explotados para satisfacer las necesidades de las metrópolis. En el caso de las Malvinas, las expectativas de petróleo y la pesca intensiva son clave para justificar la presencia británica.

Sin embargo, estos recursos rara vez benefician a las poblaciones locales. Las ganancias van a las grandes corporaciones y a los gobiernos de las potencias, dejando a las comunidades afectadas con daños ambientales y poca o ninguna compensación económica. Este patrón perpetúa la dependencia y refuerza las desigualdades entre las regiones periféricas y los centros de poder global.

4. ¿Qué papel juegan los paraísos fiscales en esta estructura de colonialismo?

Los paraísos fiscales son una herramienta clave del colonialismo moderno. Territorios como las Islas Caimán, Gibraltar o Bermuda no solo son refugios financieros, sino que también perpetúan una relación de dependencia económica. Aunque gozan de cierta autonomía administrativa, su economía está diseñada para servir a intereses externos, facilitando la evasión fiscal y el lavado de dinero de las élites globales.

Esta dinámica beneficia a las potencias metropolitanas y a las élites locales, pero refuerza la desigualdad y limita el desarrollo sostenible. Los paraísos fiscales son una forma de colonialismo financiero, donde la falta de regulación y la protección externa garantizan que los flujos de riqueza nunca beneficien a las poblaciones locales.

5. Usted también menciona el uso de estos territorios con fines militares. ¿Qué importancia tienen en la geoestrategia global?

Los territorios coloniales son piezas estratégicas para las potencias globales. Bases militares como las de Diego García, Guam o Malvinas son esenciales para el control de rutas comerciales, la proyección de poder militar y la ejecución de operaciones estratégicas. Estas bases refuerzan el dominio geopolítico de las metrópolis, asegurando su influencia en regiones clave.

En muchos casos, estas instalaciones imponen restricciones a las poblaciones locales y perpetúan su dependencia económica. Por ejemplo, Guam es un nodo militar vital para Estados Unidos, pero los beneficios económicos de esta actividad no se traducen en mejoras sustanciales para sus habitantes. Esta combinación de subordinación económica y geoestrategia militar es una de las formas más evidentes del colonialismo contemporáneo.

6. ¿Es posible imaginar un mundo sin colonialismo? ¿Qué pasos se necesitan para lograrlo?

Un mundo sin colonialismo es posible, pero exige una transformación profunda. En primer lugar, las potencias deben reconocer que estas relaciones de dependencia no son solo vestigios históricos, sino estructuras activas que perpetúan desigualdades. Esto implica desmantelar las dinámicas de explotación económica y militar, y devolver a los territorios el control sobre sus recursos y decisiones.

Además, es necesario fortalecer los organismos internacionales para que actúen con mayor firmeza en los procesos de descolonización. La autodeterminación de los pueblos debe ser prioritaria, incluso frente a los intereses económicos de las grandes potencias. Por último, debemos trabajar hacia un sistema económico global más equitativo, que permita a las regiones periféricas desarrollarse sin depender de las metrópolis.

7. Finalmente, quiero plantearle un caso específico: ¿considera usted que Canarias es una colonia hoy?

El caso de Canarias es particularmente complejo. Formalmente, es una comunidad autónoma de España, pero muchas de las dinámicas económicas, políticas y geoestratégicas que enfrentan las islas recuerdan al colonialismo. Su economía está profundamente subordinada a sectores como el turismo y la pesca, diseñados para beneficiar a grandes corporaciones y a consumidores externos más que a la población local. Esto crea una dependencia estructural que limita su desarrollo autónomo.

Geopolíticamente, Canarias ocupa una posición estratégica en el Atlántico, cerca de África, lo que la convierte en un punto clave para los intereses europeos. Esta posición refuerza su rol como bastión fronterizo de Europa, pero no necesariamente como un territorio con soberanía plena. Además, el control de recursos como las aguas pesqueras o los posibles yacimientos de petróleo está en manos de Madrid y Bruselas, no de las instituciones locales.

Desde una perspectiva cultural, también existen tensiones. Aunque Canarias tiene una identidad rica y particular, esta a menudo se diluye en una narrativa centralista que prioriza la integración europea o española, minimizando las particularidades locales.

En términos prácticos, si consideramos el colonialismo como una relación de dependencia y subordinación estructural, Canarias presenta muchas de esas características. Sin embargo, cualquier debate sobre su estatus debe incluir la voz de su población y una reflexión honesta sobre cómo lograr un desarrollo más justo y equilibrado.



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