La Marcha Azul: el colonialismo que nunca se fue

España consintió la Marcha Verde y hoy consiente la Marcha Azul.

LA BAJA DEL SECRETO10/11/2025 Javier Alonso
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Aquel 1975 entregó el Sáharaa Marruecos; este siglo XXI entrega Canarias al turismo y a Bruselas.


En ambos casos, el Estado español hizo lo mismo que lleva haciendo siglos: mirar hacia otro lado mientras otros se reparten su periferia.


Porque al colonialismo español, con dictadura o con democracia, siempre le importaron más los intereses de su oligarquía mesetaria que el destino de los pueblos que habitan sus márgenes.

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De colonizadores a cómplices

España colonizó el Sáhara en el siglo XIX y permaneció allí cien años.En noviembre de 1975, con Franco agonizando, firmó el Pacto Tripartito de Madrid y se retiró sin descolonizar.

Dejó atrás a un pueblo que tenía DNI español y lo convirtió, de la noche a la mañana, en un pueblo refugiado.
Fue una retirada vergonzosa, negociada entre bastidores para salvar intereses económicos y militares.


Los saharauis pasaron de ser ciudadanos a ser apátridas, y España, de potencia colonial a cómplice de la ocupación marroquí.

Canarias, mucho antes, había sufrido una historia paralela.

Invadida en el siglo XV, incorporada al reino de Castilla a sangre y fuego, las islas nunca dejaron de ser una colonia.
Primero fueron base militar, después plantación, más tarde puerto y ahora escaparate turístico.En todas las etapas, el patrón fue idéntico: las decisiones se tomaban desde la península, los beneficios se quedaban en el centro y las consecuencias, en el archipiélago.

 
De la Marcha Verde a la Marcha Azul

La Marcha Verde fue una invasión organizada por Marruecos, pero consentida por España.Miles de civiles cruzaron la frontera del Sáhara con una bandera en una mano y el islam en la otra.El ejército español no disparó ni un tiro.La orden fue clara: no intervenir.
Se prefería entregar el territorio antes que asumir el coste político de defenderlo.

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Casi medio siglo después, Canarias vive una versión contemporánea de aquella historia.La invasión, esta vez, no llega con banderas ni fusiles, sino con maletas y billetes de avión.No la impulsa un rey magrebí, sino un sistema económico global.Y tampoco hay resistencia, porque España vuelve a mirar hacia otro lado.Así nace la Marcha Azul: la colonización del territorio canario por la industria turística, los fondos de inversión y las políticas europeas que lo legitiman.

 
El turismo como forma de ocupación

En el Sáhara, los saharauis vieron sus casas ocupadas por colonos marroquíes que luego se las alquilaban a sus hijos.
En Canarias, los canarios ven sus barrios ocupados por inversores extranjeros que convierten sus viviendas en apartamentos vacacionales.Es el mismo mecanismo, disfrazado de mercado libre.

El turismo, cuando se desborda, actúa como un colonialismo silencioso.
No conquista con armas, sino con hipotecas.No impone religión, sino rentabilidad.En muchas zonas del archipiélago, los residentes ya no pueden vivir donde nacieron.

Los ayuntamientos declaran “uso turístico exclusivo” en áreas enteras, expulsando a la población local de su propio litoral.
Se está construyendo un apartheid económico: los canarios sirven los desayunos de los turistas en las mismas playas donde ya no pueden bañarse sin pagar.

 
España, la metrópoli que siempre vende su frontera

España no pierde territorios: los vende.
Lo hizo con Cuba, lo hizo con el Sáhara y ahora lo hace con Canarias.El método cambia, la lógica no.Cuando un territorio deja de ser estratégico o rentable, se entrega al siguiente poder de turno.Primero a los ingleses, luego a los marroquíes, ahora a la Unión Europea.

El Estado español no protege su periferia: la subarrienda.Los gobiernos centrales —sean del color que sean— ven en Canarias una marca, no una sociedad.Un escaparate soleado donde colocar hoteles, cruceros y macroeventos financiados con fondos europeos.Mientras tanto, los canarios soportan el precio del “éxito”: inflación, escasez de vivienda y precariedad estructural.España sigue actuando como una metrópoli extractiva que se beneficia del territorio sin preocuparse por sus habitantes.

 
De la bandera al euro

Los colonos del Sáhara llegaron con una bandera y el islam; los de Canarias llegan con una billetera y la Constitución europea.El símbolo cambia, el fondo no: el poder se impone desde fuera y el pueblo local queda relegado a figurante.
El turismo se presenta como modernidad, pero su base sigue siendo colonial: apropiación del espacio, desigualdad y dependencia.Cada turista más es un piso menos para un residente, un barrio más gentrificado, una costa más privatizada.

Y, mientras tanto, los políticos celebran récords de visitantes y se felicitan por “la recuperación económica”.
Pero ¿qué recuperación es esa cuando los

salarios no dan para pagar el alquiler?
¿De qué sirve batir récords de turistas si los trabajadores del sector viven hacinados en habitaciones compartidas o deben marcharse a otras islas?

 
La historia que se repite

El Pacto Tripartito de 1975 convirtió a los saharauis en refugiados y dejó el territorio a merced del invasor.
Hoy, las políticas turísticas y europeas empujan a los canarios hacia un exilio económico interno.Los saharauis fueron traicionados por una dictadura; los canarios, por una democracia.Pero la raíz es la misma: un Estado que sigue guiado por los intereses de su oligarquía centralista, que confunde país con patrimonio y periferia con negocio.

España lleva cinco siglos aplicando la misma lógica: explotar, abandonar y vender.El colonialismo no terminó: solo cambió de nombre.Antes se llamaba conquista; hoy, turismo.

 
Descolonizar el futuro

Canarias no necesita soberanía real.Soberanía sobre su suelo, sobre su vivienda, sobre su modelo económico.Necesita un turismo que respete, no que sustituya; que redistribuya, no que expulse.Y necesita, sobre todo, que el Estado español deje de tratarla como una colonia rentable.

Porque el colonialismo ya no se mide por las fronteras, sino por los derechos.
Y cuando un pueblo no puede decidir sobre su territorio ni vivir en él, sigue siendo colonia, aunque ondee la bandera europea.

España consintió la Marcha Verde porque le convenía.Hoy consiente la Marcha Azul por la misma razón.En ambos casos, el resultado es idéntico: pueblos desplazados, territorios vendidos, memorias borradas.

El Sáhara fue la última colonia que España perdió.Canarias es la que aún no se ha atrevido a reconocer como tal.Y mientras sigamos llamando “progreso” a lo que no es más que otro tipo de colonización, seguiremos repitiendo la historia: la de un país que nunca aprendió a cuidar sus márgenes, porque siempre prefirió venderlos.

 

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