Canarias, la esclavitud olvidada: cuando el colonialismo español también encadenaba en nuestra Patria

Durante siglos, el relato oficial ha silenciado que las Islas Canarias fueron una base del sistema esclavista español —en su interior y en el tráfico trascontinental—. De aquí salieron y llegaron personas secuestradas, se comerciaron cuerpos y se construyeron fortunas familiares que aún perviven. Este reportaje rescata las pruebas históricas que lo demuestran.

CANARIAS13/11/2025Semanario LA RAÍZSemanario LA RAÍZ
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Los primeros encadenados fueron guanches

La conquista de Canarias, entre 1402 y 1496, no solo fue una guerra de ocupación: fue también una campaña de captura humana. Los cronistas llamaron a los prisioneros “guanches de buena guerra” para justificar su venta en Europa.

Documentos notariales y eclesiásticos recogen al menos 643 aborígenes canarios vendidos en Valencia, Sevilla y Lisboa, aunque las cifras reales superan los miles.


Las familias originarias fueron cazadas y deportadas hacia los mercados de esclavos de la Península Ibérica. Así comenzó el colonialismo español en Canarias: con sus primeros habitantes marcados, vendidos y dispersados por el Mediterráneo.

 
 De colonizados a colonizadores: los linajes del poder

Con la victoria castellana llegó el reparto de tierras, títulos y esclavos. Los nuevos señores, descendientes de conquistadores y colonos andaluces o normandos, formaron una oligarquía que controló la tierra, el comercio y a las personas.

Investigaciones de los catedráticos Manuel Lobo Cabrera y Manuel Hernández González confirman que durante los siglos XVI y XVII la población esclavizada representaba entre el 15 y el 20 % de la sociedad canaria, y en algunos puntos llegó a ser aún mayor.
Solo en Gran Canaria se documentan más de 10 000 personas esclavizadas, la mayoría africanas.

Cerca del 40 % de los esclavos registrados por la Inquisición pertenecían a clérigos o instituciones religiosas. Apellidos como Franchy, Acosta Hurtado, Perera, Quesada o Valladares aparecen una y otra vez en las escrituras de compra y venta. Muchos de ellos siguen presentes en la toponimia y genealogía isleña, recordando sin querer una herencia esclavista profundamente enraizada.

 
Los secuestros africanos: la otra cara del Atlántico

Mientras los aborígenes eran reducidos al silencio, Canarias se convirtió en una base operativa del tráfico trasatlántico de personas.

Desde mediados del siglo XVI, miles de africanos fueron secuestrados en las costas de Guinea, Senegal o Cabo Verde y transportados por mar hasta las islas. Algunos eran vendidos en los puertos locales, otros reexportados a América.

Entre 1559 y 1588 salieron de Gran Canaria unos 4 000 esclavos con destino a las Indias, el 3 % del total registrado por la monarquía hispánica.

Los barcos que llevaban vino o azúcar regresaban cargados de seres humanos encadenados. Las autoridades lo sabían: los “permiso de comercio” y las “bulas piadosas” servían de tapadera para un negocio basado en el secuestro.

El historiador Manuel Hernández González lo resume así:

“Canarias formó parte del engranaje atlántico de la esclavitud, tanto como punto de tránsito como centro redistribuidor hacia América”.

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El cacao, las islas y el tráfico hacia Venezuela

Durante el siglo XVIII, con el auge de las plantaciones de cacao venezolanas, los puertos canarios se convirtieron en una extensión de los mercados americanos.

Los registros conservan nombres y transacciones con precisión escalofriante:

1714: el alférez Pedro Hernández Peniche envía a La Guaira a un joven esclavo pardo llamado Lorenzo, comprado en Lanzarote.
1732: el lagunero Luis Quesada vende otro esclavo, José Antonio, de 19 años, por 160 pesos.
1753: Bartolomé Antonio Montañés, de Santa Cruz, vende a Antonio Nicolás, negro de 24 años, para Caracas.
Los esclavos canarios —o residentes en las islas— no solo fueron vendidos: algunos viajaron junto a sus amos o compraron su libertad en América, enviando dinero o recibiendo ayuda de familiares libres.
En 1799 aún hay registros de esclavos embarcados hacia Caracas “para buscar medios con que rescatarse”.

 
La Iglesia: entre la salvación y la servidumbre

El papel eclesiástico fue determinante. La documentación inquisitorial muestra que cuatro de cada diez esclavos pertenecían al clero.

Las órdenes religiosas y conventos fueron propietarias de esclavos domésticos o agrícolas, justificados bajo el argumento de la “cristianización de los infieles”.

En conventos como el de Santa Clara o Santo Domingo, las monjas heredaban o compraban esclavas “para el servicio de Dios”.

Detrás del discurso de fe se escondía una economía espiritual basada en el trabajo forzado.

 
 La abolición: un final más económico que moral

La esclavitud comenzó a declinar cuando dejó de ser rentable. Con el fin del ciclo azucarero y la expansión del trabajo asalariado, muchos amos liberaron a sus esclavos como gesto de benevolencia.
Pero la libertad real llegó tarde.

El tráfico atlántico fue prohibido en 1817. La esclavitud no fue abolida en Canarias hasta 1837.

Más de tres siglos de comercio humano habían dejado una huella invisible: una sociedad jerarquizada por el color, la herencia y el apellido.

 
Del olvido a la memoria

Las investigaciones más recientes, especialmente las de Manuel Hernández González, han roto el silencio.Sus estudios demuestran que alrededor del 10 % de los emigrantes canarios hacia América eran mulatos o negros libres, muchos descendientes de esclavos africanos o afrocanarios.La diáspora canaria, por tanto, también fue afrodescendiente.

Durante siglos, el colonialismo español ocultó que en su frontera atlántica se ensayó el mismo modelo de conquista, secuestro y explotación humana que más tarde devastaría el Caribe y América.
Canarias no fue solo punto de partida: fue territorio colonizado y colonizador, víctima y cómplice del sistema que encadenó medio mundo.

 
Memoria frente al mito

Recordar esta historia no es buscar culpables, sino recuperar la verdad.
Detrás del tópico de “puente de culturas” se esconde otra imagen: la de un archipiélago donde los primeros esclavizados fueron sus propios habitantes, donde familias enteras construyeron su fortuna sobre personas secuestradas, y donde la abolición llegó solo hace dos siglos.

La memoria de esas personas —guanches, africanas, afrocanarias— sigue esperando su lugar.Solo cuando Canarias mire de frente su pasado colonial podrá entender su lugar real en el Atlántico: no solo como puente, sino como herida.

  Fuentes consultadas

Hernández González, Manuel. La emigración de esclavos desde Canarias a Venezuela. Universidad de La Laguna.
Lobo Cabrera, Manuel. La esclavitud en las Canarias Orientales en los siglos XVI y XVII.

Suárez Grimón, Vicente. Los africanos en Canarias durante la Edad Moderna.
Documentos del Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife y del Archivo de Indias (Sevilla).
 

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