
Anda el gobierno español buscando un argumentario para explicar su cambio de postura con respecto al Sáhara. El "llamado Plan Trump" para ese territorio, que viene a ser una "hijuela" del presentado para Gaza para contentar a Israel y de paso sacar tajada, persigue robarle a los saharahuis su derecho a la autodeterminación y su territorio, para entregárselo a Marruecos. Ya ha encontrado la mentira que necesitaban: decir que entregando al Sáhara evitan "las pretensiones" de Marruecos con respecto a Canarias.





Llevamos décadas asistiendo a una degradación evidente del régimen que un día se nos vendió como Estado social y de Derecho. Los de arriba nos vendieron que la soberanía residía en el pueblo, que el juego democrático era limpio, que existían tres poderes independientes y que las instituciones públicas garantizarían los derechos fundamentales y básicos de personas y territorios. La realidad ha sido y es otra. Todo lo que se nos vende es puro escaparate. El legislativo es puro teatro, el ejecutivo un frontón que no escucha ni empatiza y el judicial una cohorte podrida donde han anidado mercenarios al servicio de quienes les colocan. Los partidos españoles, desde sus extremos a sus centros son sólo clanes, gremios e instrumentos que persiguen su propia supervivencia y la de quienes les financian. Las administraciones públicas están carcomidas, son dinosaurios que torpemente apenas progresan ni avanzan para dar verdaderas respuestas a los ciudadanos, esos que pagan sus salarios pero que asisten a una precariedad perpétua y tortuosa en servicios. 













