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Canarias y la cuestión de la superpoblación (parte III).

Última entrega de una serie de artículos publicados por el activista anticolonial, Alejandro José, sobre el polémico problema de la sobrecarga poblacional que sufre Canarias. ¿Qué mejor manera de evitar la insumisión de un territorio "rebelde" al poder estatal que anexionar sus mercados y aumentar la población de la metrópoli en dicho territorio?, interroga el autor como parte de su alegato argumentativo.

LA BAJA DEL SECRETO 09 de julio de 2023 Alejandro José
flightradar24

En el anterior artículo expuse como a través de la ley de la oferta y la demanda los lobbys turístico e inmobiliario lograron convertir a Canarias en su "coto particular de caza", obteniendo ganancias milmillonarias a lo largo de las últimas seis décadas.Dejé pendiente exponer cómo la superpoblación generada favorecía ideológicamente los intereses coloniales de España, en concreto, y del imperialismo europeo, en general. Pues bien, después de varios meses de pausa, retomo la cuestión.


¿Qué mejor manera de evitar la insumisión de un territorio "rebelde" al poder estatal que anexionar sus mercados y aumentar la población de la metrópoli en dicho territorio?
Esta práctica es la que actualmente impera como política de estado en Canarias para lograr, por un lado, asimilar a la población nativa en base a la "europeidad" y "españolidad" que le otorga ser pertenencia de España y, por otro, garantizarse el control económico del país, generando una dependencia politico-económica que aporta beneficios a la metrópoli y resta soberanía a la colonia.


La superpoblación en Canarias, producto (como ya se expuso en el anterior capitulo) del negocio colonial - capitalista montado en torno a la supremacía del sector turístico e inmobiliario en la industria del archipiélago, no es abordada como debiera serlo por la "sencilla razón" de que esa misma superpoblación favorece los intereses de estado y de las grandes fortunas.


Poseer un territorio en otro continente implica una divergencia nacional tan amplia que se debe recurrir a un fuerte control numérico e ideológico de la población nativa para garantizar su alineación con el estado. Sin ese control, basado en el aumento poblacional europeo, la emigración nativa y la exaltación (más o menos descarada, según circunstancias) de la pertenencia a la metrópoli en una falsa igualdad de condiciones, los intereses del régimen podrían verse fácilmente comprometidos en los momentos de mayor acentuación de las contradicciones sociopolíticas y económicas y una correcta organización anticolonial.


No basta con transformar a Canarias en una plataforma bélica enorme "al calor" de la OTAN. El control militar como pilar fundamental del colonialismo dejó de ser práctico hace más de medio siglo. Debe haber también, y con más fuerza si cabe, una insidiosa transformación (como hubo y continúa dándose) socioeconómica del país que asegure el control financiero del mismo a favor del estado y un ingente número de habitantes estrechamente relacionados, por procedencia e idiosincrasia, al eje imperialista, ¿y cómo lograr todo ello sin marcos políticos y de mercados "verticales" y una población asimilada por forzada cultura nacional compartida?


Sin el control vertical (con la Unión Europea como cabeza y Canarias como cola) de la legislación y los mercados, y sin englobar falsamente a Canarias como parte igual de "un todo" llamado España o Unión Europea (según el contexto), el control ejercido en detrimento del archipiélago sería fácilmente visible para la amplia mayoría de la población y generaría un descontento difícil de revertir.


Podemos observar con nitidez, por tanto, que la superpoblación actual del archipiélago es doblemente beneficiosa para el Estado y los capitalistas dueños de su economía. Canarias, de todo ello, no saca provecho alguno, más que el "agradecer" (nótese la ironía) el ser expoliada de esa forma y no de otra más atroz como es, por ejemplo, la que sufre Malí. "Podemos estar peor" es una frase machaconamente utilizada en Canarias cuando se habla de cuestiones como la independencia, nuestra realidad geográfica o las relaciones comerciales con terceros fuera del marco impuesto por España y la Unión Europea.


Para romper con todo ello no queda otra, pues, que organizarse desde el espectro anticolonialista e intentar, en la medida de lo posible, que sea la juventud la que más presencia tenga en la vanguardia de dicha organización. Bregar, en los tiempos venideros, por concienciar sobre esta cuestión y sortear la desinformación que respecto al tema pulula por los medios afines al régimen actual. Dejar de considerar las posibles victorias parciales como el fin en sí mismo (o por contra, banales pérdidas de tiempo) y tener claro que el obtenerlas, si se obtuvieran, no implica que tengamos vencido al sistema colonial.


Ley de residencia, moratoria turística... todas estas propuestas no son ni más ni menos que batallas de una guerra larga y difícil contra el régimen colonial - capitalista, y como tal debemos saberlas bregar. Convertirlas en fetiche o tomarlas por cosa insignificante no nos acercará más al objetivo de acabar con la dependencia y la explotación existente, más bien lo contrario. Esa organización antes mencionada debe darse, la juventud debe dar un paso firme hacia delante para conseguirla, y entre todas debemos conformar el bloque anticolonial que, haciendo análisis materialista de la situación, es el único capaz de afrontar la lucha contra el sistema.


Me quedan cuestiones importantes al respecto de la carga poblacional en el país, pero no sé si me animaré a seguir con esta saga de artículos o si las abordaré en relación a otros temas también de gran importancia para Canarias. Sea como fuere, espero que este artículo sea de utilidad para quien lo lea y, junto a los dos anteriores, conformen una visión amplia pero detallada de la problemática de la superpoblación en el archipiélago, dónde se encuentra su raíz y hacia donde deben apuntar las fuerzas para revertir la situación según mi criterio.



 

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