
HISTORIA DE LA INTEGRACIÓN CANARIA EN LA UNIÓN EUROPEA
Historia de una decisión política, la fractura social interna y el coste estructural para el modelo económico canario. La adhesión de España a la


No es la historia misma, sino como te sitúas ante ella. Hace tiempo que sabemos que aquellos que nos precedieron también somos nosotros mismos, ¿o tus bisabuelos no son parte de ti?. ¿Irías tú mismo al cementerio a sacar sus restos para exhibirlos en vitrinas o para venderlos?. ¿Permitirías que sobre sus tumbas se levantarán apartamentos o que sobre su memoria se levantaran falsos testimonios?. Y no, esto no es guanchismo o pretender "rizar el rizo", sino devolver al rango de humanidad y racionalidad lo que han convertido en trivialidad. Somos nosotros, no ellos. Son "los nuestros. Si pretendemos reivindicarnos, empecemos por los vivos sí, pero basta de no honrar a nuestros muertos. Ciencia, claro que sí, pero respeto también.
EN LEGÍTIMA DEFENSA28/12/2024
Semanario LA RAÍZ
En las vitrinas del Museo Canario, cientos de cráneos y momias descansan bajo la luz artificial. Algunos con los dientes apretados, otros con la mirada vacía hacia el techo. La mayoría son catalogados como “restos aborígenes” o “material arqueológico”. Pero, ¿de quiénes son esos restos realmente? ¿Pertenecen a un pueblo extinguido, a un capítulo cerrado de la historia, o son los huesos de nuestros propios antepasados?
La respuesta a esa pregunta no es trivial. Es, de hecho, uno de los puntos centrales de la colonialidad que todavía define la relación de Canarias con su propia identidad. Porque si consideramos que esos restos pertenecen a otros —un pueblo ajeno, desaparecido—, aceptamos la idea de que la historia de nuestros antepasados es algo externo, desconectado de quienes hoy habitamos las islas. Pero si, por el contrario, entendemos que esas momias y cráneos nos pertenecen, no como piezas de museo, sino como los cuerpos de nuestros antepasados, la historia cambia radicalmente.
La distancia colonial: “Ellos”
Desde hace siglos, el relato oficial ha colocado a nuestros antepasados en la vitrina de la alteridad. Son descritos como “antiguos aborígenes”, habitantes de un pasado remoto que poco tiene que ver con la identidad del canario moderno. Es la misma lógica que permite que las momias estén desperdigadas por museos de Madrid, París o Londres, como si fueran objetos de intercambio cultural y no ancestros despojados de su tierra.
Esta narrativa es útil. Desvincula a la población actual de cualquier conexión emocional o política con esos restos. Si nuestros antepasados son “ellos”, entonces su memoria no implica ninguna responsabilidad para quienes vivimos hoy en Canarias. No importa que sus yacimientos estén abandonados, que las cuevas donde fueron enterrados se hayan saqueado durante décadas, o que sus cuerpos terminen etiquetados en una sala de exposición con el mismo cuidado que se le pone a una cerámica. No son nuestros, son de ellos.
El problema es que esa visión no se sostiene. La ciencia genética ha confirmado lo que las genealogías orales nunca dejaron de afirmar: una parte significativa de la población canaria desciende de nuestros antepasados antiguos. Las líneas maternas, rastreadas a través del ADN mitocondrial, conectan a muchos isleños con aquellas mujeres que caminaron por las cumbres de Gran Canaria o pastorearon cabras en las laderas del Teide.
Entonces, ¿por qué seguimos hablando de “ellos”?
El reconocimiento del “Nosotros”
Aceptar que los restos de nuestros antepasados nos pertenecen implica una transformación profunda. De repente, las momias en vitrinas no son reliquias de un pueblo ajeno, sino los cuerpos de nuestros ancestros arrancados de sus tumbas. Los yacimientos no son simples ruinas arqueológicas, sino los hogares y cementerios de nuestras familias antiguas. La toponimia no es una rareza lingüística, sino el eco de un idioma que aún resuena bajo el español que hablamos hoy.
Este cambio de perspectiva no es inocuo. Si los restos de nuestros antepasados son “nosotros”, su abandono se convierte en un acto de negligencia hacia nuestra propia historia y memoria. Cada cueva expoliada, cada momia en el extranjero y cada cráneo etiquetado en una vitrina deja de ser una cuestión académica para convertirse en una herida abierta.
Consecuencias de negarnos
La desconexión con nuestros antepasados explica el estado de abandono que sufren los yacimientos arqueológicos en Canarias. Mientras otras culturas recuperan sus sitios sagrados y reclaman la repatriación de sus ancestros, en Canarias seguimos permitiendo que las momias estén repartidas por museos del mundo. Existen iniciativas para devolver restos a Egipto, Perú o Nueva Zelanda, pero las voces que reclaman a nuestros antepasados son apenas un susurro.
Esto no es una casualidad. Es el resultado de siglos de colonialidad cultural, un proceso que ha convencido a los canarios de que sus raíces no son dignas de reivindicación. Mientras tanto, en las islas se celebran romerías con vestimenta campesina del siglo XVIII, pero no hay ritos que honren a los antiguos pobladores.
Las consecuencias van más allá de la arqueología. Negar el “nosotros” perpetúa un estado de alienación colectiva, donde los canarios son tratados como una comunidad sin pasado, sin voz propia. Es más fácil gobernar una sociedad que no tiene conexión con sus raíces, porque una población que desconoce su historia difícilmente exigirá su futuro.
Reclamar la memoria
Aceptar que los restos de nuestros antepasados son nuestros es un acto de resistencia decolonial. Es una manera de reivindicar la historia canaria desde dentro, sin necesidad de esperar el reconocimiento de instituciones ajenas. Es también un paso hacia la repatriación de las momias, hacia la protección de los yacimientos y hacia la recuperación de una identidad que ha sido fragmentada y distorsionada durante siglos.
El dilema es claro: o nuestros antepasados son ellos, o son nosotros.
Y de esa respuesta depende, en gran medida, el futuro de Canarias. Porque ningún pueblo puede construir soberanía sobre la tumba de sus propios ancestros, si primero no reconoce que esos huesos —esos cráneos apretados y esas momias en vitrinas— siguen siendo parte de lo que somos hoy.

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Carolina Darías es un cadáver político y tanto Pedro Quevedo como la actual concejala de Unidos Podemos, están en "su misma caja". Su incapacidad manifiesta para gobernar y gestionar con criterio y sentido común, le van a entregar la ciudad más poblada del País, a las derechas extremas españolas. Según los resultados de la encuesta que publicamos ayer y que anda guardada en un cajón por el pánico que ha generado, sitúan a todo el antifranquismo grancanario en la responsabilidad de evitar los daños colaterales que tendría para esta ciudad un gobierno municipal "mucho más facha" que cuando gobernó Soria.

Si nadie lo remedia, Las Palmas de GC podría tener un alcalde de VOX en 2027. No,no exageramos ni un pizco. La ultraderecha está en estos momentos a muy poco de obtener un concejal más que el PP y ser la fuerza política más votada de la derecha en este municipio. El PSOE baja en votos y concejales. Nueva Canarias y Podemos desaparecerían del consistorio. La mayoría absoluta de ambas derechas está casi cantada. La ciudad más poblada de nuestro País gobernada por la ultraderecha española es un hecho que debería hacernos reaccionar. Aquel día en que UPC le ganó la alcaldía al franquismo, ¿no puede ser otra vez posible?

Reflexión de los portavoces de la Plataforma Salvar Chira Soria Bco de Arguineguín dirigida al Presidente del Cabildo de Gran Canaria y a la sociedad canaria.


El historiador Rumén Sosa Martín ha anunciado estos días, a través de sus redes sociales, la publicación de La muerte de la lengua guanche, una obra que no solo explica cómo casi desapareció el idioma indígena de Canarias entre los siglos XV y XVII, sino que ilumina uno de los procesos más decisivos —y menos contados— de nuestra historia. Fruto de siete años de investigación, el libro convierte una tesis doctoral en un ensayo imprescindible para comprender quiénes fuimos y por qué hablamos como hablamos hoy. El legado de "aquellos" aún siembra mucha de nuestra toponimia, nombres y léxico hoy. Y es que nunca murieron, porque siguen en nosotros

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Un tablero de tres metros con el mapa del Archipiélago y una baraja de embarcaciones —del yate de lujo a la patera— han servido estos días para poner a la gente a decidir, en plena vía pública, qué entra y qué no entra en Canarias. El colectivo Left Hand Rotation lleva su intervención Abordaje, un juego con límites a las islas para abrir conversación sobre turismo masivo, vivienda, migración y contaminación: el mismo debate que el poder suele aplazar.

En el año 1464 se firmó el Acta del Bufadero (en Tenerife, entre conquistadores y guanches. Ello supuso, junto al posterior proceso de conquista, el inicio del desmantelamiento de una realidad cultural y de una organización territorial ancestral, la guanche. En el achimenceyato de Addar ode La Punta del Hidalgo, los guanches mantenían vivas por entonces sus creencias, a pesar deque eran conscientes de que Masheghó, su guañameñe, ya había anunciado que se avecinabantiempos difíciles tras la llegada de los extranjeros por el mar.
